jueves, 1 de diciembre de 2016

A la chica que no fui


Ayer de repente me vino a la cabeza esa idea absurda que en ocasiones tenemos sobre cómo serían de diferentes nuestras vidas si hubiéramos tomado otras decisiones. Y así es cómo comencé este post, pensando en qué le diría a la chica que no fui. Le diría que fuera paciente, que no corriese ni fuera ansiosa, que meditase bien ese contrato que firmó con tanto ímpetu, que no quisiera volar cuando apenas sabía correr, que viviese cada instante como si fuera mágico, que aprovechase cada momento con esas amigas a las que perdió por la distancia física o por la que se creó en ambas direcciones.

También hablaría con ella para animarla a ser más valiente, más sincera, la alentaría a probar esas experiencias que siempre vio en sus compañeras y amigas, pero que le dieron tanto miedo que le impidieron lanzarse. Que no fuera tan confiada ni tan buena, que no se dejase utilizar. Le diría que la vida es arriesgarse, es salir y no entrar, es intercambiar opiniones, es conocer mundo, es atreverse... Y sobre todo le recomendaría que no se fijase en los pequeños detalles absurdos del día a día, esos que poco a poco la iban quemando y apagando. Le repetiría hasta la saciedad que luchase por conseguir sus sueños, todos y cada uno de ellos, sin dejarse vencer. Y que sonriera, más, iluminando su vida a diario, sintiéndose feliz en cada gesto amable, en cada caricia de un niño, en cada logro y en cada fracaso. En definitiva intentaría que fuera la chica que no pudo ser.

                                                                                      SCARLETT BUTLER

sábado, 17 de septiembre de 2016

¿Acaso es el fin?



Hago esta reflexión tras ser testigo de varios dimes y diretes. No soy persona que guste de polémicas ni dé opiniones, ni lo voy a hacer. Esta entrada es una sencilla reflexión personal.

Empezaré por explicar que soy autopublicada a la vez que tengo dos libros con editoriales, y no por ello me considero mejor ni peor que ninguna de mis compañeras. COMPAÑERAS, porque para mí lo son, todas y cada una de las que atrevieron a publicar alguna vez. No concibo regocijarme en la desdicha de nadie en este mundo. El compañerismo es lo que debería movernos en todos los aspectos de nuestra vida, pero por desgracia ya sabemos que no es así por parte de todo el mundo. Y es que cada uno es de su padre y de su madre, con sus valores y sus propias éticas. Todo respetable.

Y cuando juegan con nuestros sueños, nuestras ilusiones y rompen las esperanzas que mantenemos, llega la decepción y el desánimo, porque seguimos siendo personas “humanas”. Con nuestros sentimientos y nuestros puntos débiles. Llega el momento de replantearse cosas, de decidir si merece la pena seguir en el arduo camino, envenenado en muchas ocasiones, de seguir publicando lo que escribamos salido de dentro, de expresarnos públicamente y, sobre todo, de disfrutar de este camino que también tiene cosas maravillosas.

No sé si será el fin, si hasta aquí llega la aventura, si hay que escribir el punto final a la historia. Al menos sí es un punto aparte. Esperemos que mañana brille el sol y volvamos a ser todo aquello que éramos y con lo que soñábamos antes de ver la cruda realidad. Y sobre todo, gracias a las que nos apoyan, las que se preocupan, las que no cejan en su empeño de tirar de nosotras, las que nos animan a luchar y seguir disfrutando de esto que nos llena y nos hace sentir tantas emociones. Volveremos  a vernos.

                                                                  SCARLETT BUTLER
 
 


¿Acaso es el fin?



Hago esta reflexión tras ser testigo de varios dimes y diretes. No soy persona que guste de polémicas ni dé opiniones, ni lo voy a hacer. Esta entrada es una sencilla reflexión personal.

Empezaré por explicar que soy autopublicada a la vez que tengo dos libros con editoriales, y no por ello me considero mejor ni peor que ninguna de mis compañeras. COMPAÑERAS, porque para mí lo son, todas y cada una de las que atrevieron a publicar alguna vez. No concibo regocijarme en la desdicha de nadie en este mundo. El compañerismo es lo que debería movernos en todos los aspectos de nuestra vida, pero por desgracia ya sabemos que no es así por parte de todo el mundo. Y es que cada uno es de su padre y de su madre, con sus valores y sus propias éticas. Todo respetable.

Y cuando juegan con nuestros sueños, nuestras ilusiones y rompen las esperanzas que mantenemos, llega la decepción y el desánimo, porque seguimos siendo personas “humanas”. Con nuestros sentimientos y nuestros puntos débiles. Llega el momento de replantearse cosas, de decidir si merece la pena seguir en el arduo camino, envenenado en muchas ocasiones, de seguir publicando lo que escribamos salido de dentro, de expresarnos públicamente y, sobre todo, de disfrutar de este camino que también tiene cosas maravillosas.

No sé si será el fin, si hasta llega la aventura, si hay que escribir el punto final a la historia. Al menos sí es un punto aparte. Esperemos que mañana brille el sol y volvamos a ser todo aquello que éramos y con lo que soñábamos antes de ver la cruda realidad. Y sobre todo, gracias a las que nos apoyan, las que se preocupan, las que no cejan en su empeño de tirar de nosotras, las que nos animan a luchar y seguir disfrutando de esto que nos llena, nos emociona y nos hace sentir tantas emociones. Volveremos  a vernos.

                                                                  SCARLETT BUTLER
 
 


lunes, 29 de agosto de 2016

La música que nos inspira


 
¡Hola de nuevo!

Después de unos días de descanso por la playita en la mejor compañía y de volver a habituarnos a la vuelta a la rutina, aquí estoy con un nuevo post más breve de lo normal. Hoy vengo a hablar de las cosas que nos inspiran a la hora de escribir las novelas, y a mí sin duda es la música. Me encanta sentarme a escribir y conectar el Spotify, a veces de forma aleatoria, otras busco la canción en cuestión. Y así es cómo empiezan a fluir las palabras, las teclas repiquetean bajo mis dedos, a veces a gran velocidad, gracias a lo que me transmite la canción.

Mi admirada Inma Cerezo hizo un post hace un par de meses dónde hablaba de la música en la romántica. Os dejo aquí el enlace para que no os lo perdáis, y donde hablaba de Amanecer en África, que es un claro ejemplo de lo mucho que me influye la música a la hora de escribir ya que la historia está plagada de música a lo largo de sus páginas: http://www.inmacerezo.com/2016/06/bandas-sonoras-novelas-romanticas/

Y así es cómo me inspiro (entre otras muchas cosas), pero la música es el factor principal. A veces nombro la canción y otras las guardo para mí y para Spotify. Y vosotras, ¿buscáis la canción que dice el autor y la escucháis mientras leéis? O si eres escritor, ¿haces lo mismo? Espero vuestros comentarios, ¡buen lunes!

domingo, 14 de agosto de 2016

EDITORIAL VS AUTOPUBLICACIÓN

Hoy me acerco al blog con un tema complejo y difícil. Hace unos días recordaba con unas amigas aquella vez que presenté Amanecer en África en el I Café Literario que llevan a cabo Alejandra y Rocío en Córdoba. Ese día una lectora me preguntó qué prefería: ¿editorial? ¿autopublicar?  No era la primera vez que me lo preguntaban y respondí lo que siempre digo: ¿por qué no ambas? Otras compañeras han dado su opinión, así que me he animado a aportar la mía.

 
Dejando a un lado el trema económico: si se gana más con una que con la otra, si el autor puede vivir de esto… quisiera hablar de ambas desde mi experiencia personal. Yo he autopublicado en dos ocasiones y las otras dos he publicado con diferentes editoriales. Con ambas los escritores hacemos de publicistas, managers, etc. En mi caso tengo otro trabajo por lo que a este le dedico parte de mi tiempo libre (a veces quizá demasiado), pero ya se sabe “sarna con gusto, no pica”. Yo soy de los que piensan que el autor debe cuidar su libro, promocionarlo, “venderlo”, porque en definitiva es al autor al que le interesa que le lean y le sigan. Por ello nos dejamos la piel en hablar con lectores (a mí particularmente me encanta esa parte), creamos montajes de fotos, buscamos reseñas… Y aunque a veces es frustrante y nos agota, veo que es una parte esencial de nuestra labor. Esto no quita para que la editorial ayude al escritor y le eche una mano en la promoción.

 
Con mi primer libro, autopublicado, estuve entre los más vendidos varios meses y a día de hoy, sigue en el top un año y cuatro meses después. Con el segundo, con editorial, vendí en pocos meses más de tres mil libros digitales (aquello fue un boom en toda regla). La vivencia de autopublicar la disfruté tanto que me animé de nuevo y así lo hice en diciembre conquistando el corazón de muchas lectoras con Mateo. De nuevo fue un éxito y mucha gente así me lo hizo saber a través de mensajes y reseñas. Y con el último de nuevo me lancé con nueva editorial.

 
Lo único que a veces me hace dudar de la autopublicación es cómo lo ve la gente. Por desgracia me he encontrado con lectores que ven al autopublicado como alguien que lo hace porque una editorial no se ha fijado en él, pero nada más lejos de la realidad. Esta es una forma de publicar un libro tan buena como otra cualquiera. De hecho hay autores de reconocimiento internacional que en algún momento de su vida optan por esta vía, mientras siguen publicando con editorial. Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Acaso el autor que publica con editorial tiene más prestigio que aquel que se autopublica? ¿Consideramos al autopublicado un escritor de segunda fila?

 
Personalmente es un modo de publicación muy cómodo para mí, que me encanta y no descarto volver a hacerlo en un futuro cercano. Lógicamente sigo enviando a editoriales que me interesan pues uno de los puntos fuertes de estar con editorial es la visibilidad, que con la autopublicación es mucho más difícil. No es lo mismo estar paseando por una librería y fijarte en un libro, que entrar expresamente en una tienda digital a adquirir un ejemplar. ¿A qué escritor no le gusta ver su libro en una librería? Vivir la experiencia de las presentaciones, el calor del lector, ese cariño, el intercambio de opiniones…

 
Sin embargo cuando me hacen elegir no soy capaz de decantarme por una, cada una tiene sus untos fuertes y puntos débiles. ¿Por qué no combinar ambas? Os animo a dejarme vuestras opiniones así que escritores, lectores y bloggers animaros a dejar un comentario, ¡y a disfrutar del puente!

lunes, 8 de agosto de 2016

El "mal" del escritor


Hace unas semanas acabé una nueva historia y me planteé dejar pasar algún tiempo, no continuar escribiendo casi a diario, de hecho pensaba en dedicarme a disfrutar el mes que me queda de verano. Relajarme tras el año de trabajo, no pensar ni seguir creando personajes, historias, tramas, dibujar mapas, garabatear y llenar cuadernos… Pero he aquí el mal del escritor, que por mucho que tú te plantees algo, la mente divaga sin descanso y antes de darte cuenta, te encuentras creando una nueva novela.



El descanso, que en un principio me planteaba de un mes sabático (ilusa de mí), se limitó a unos pocos días. Llegué a pensar que estaba loca, y que este tema de escribir (por suerte en vacaciones) a diario, me había trastornado por completo. Fue un poema ver las caras a la familia con su famosa frase: “este mes descansarás, ¿no?”. Yo mostré media sonrisa y dije eso de: “algo, sí”. Pobres, lo que no sabían era que en este mes iba a documentarme para la nueva historia, mientras escribía sobre otras que andan en el tintero reclamando mi atención.



De este tema, del “mal del escritor”, he hablado muchas veces con compañeras. Yo jamás imaginé que algo pudiera gustarte tanto para no desear un descanso, es una fiebre que compartimos y sabemos identificar. Cuando una compañera me dice: “acabé tal historia, ahora a descansar”, no sé si reírme en su cara (esto queda feo por aquello de ser simpática y amable), o darle una palmadita en el hombro y asentir con la cabeza mientras le digo: “eso no te lo crees ni tú”. Quizá la comparación no sea del todo exacta pero yo lo comparo a comer pipas, cuando empiezas, ya no hay quien pare. De hecho somos tan fan absolutas de lo que hacemos, que empezamos historias y por el camino nos van surgiendo tres millones de novelas más.



Puede resultar divertido, incluso anecdótico, pero para el escritor a veces resulta frustrante, tener tantas historias perfiladas en nuestra cabeza y no poder darles rienda suelta debido al trabajo, la vida social, la familia… Entre compañeras hemos llegado a bromear diciendo aquello de: “ojalá pudiera encerrarme en casa meses a escribir todo lo que tengo pendiente”.



En definitiva, este “mal” te hace ver que en ningún momento el escritor es el que dirige las historias si no que ellas son las que mandan, las que organizan, las que te guían, las que piden ser contadas en un momento determinado... y poco puede hacer el autor por acallarlas. Sin embargo, debo reconocer al mismo tiempo, que este es el mejor de los males que he vivido, y ojalá dure mucho tiempo, porque nos llena, nos motiva, nos hace movernos hacia delante y nos hace sentir cada emoción, tristeza, felicidad, cada vida de cada personaje, y creerme eso, no se compara a nada.

domingo, 31 de julio de 2016

En carne viva

Una semana más me acerco a mi rinconcito a expresar mi opinión. Esta vez quisiera hablar de esas historias que te dejan en carne viva. Estoy segura que muchos de vosotros tenéis un escritor/ a preferido con el que os reís, os emocionáis, odiáis a los personajes en algún momento y en otros os los comeríais a besos (sí, esos instantes que os hacen suspirar). En definitiva, ese autor/ a que tras cerrar su libro os saca un suspiro y os deja con una resaca literaria considerable.

Pues bien eso me ocurre a mí con Elisabet Benavent. Recuerdo la primera vez que la leí por consejo de una amiga. Así conocí a Valeria y su mundo loco de idas y venidas, de amigas, de discotecas, de miedos, de alegrías, de inseguridades... De lo que es la vida misma, y ya me enamoró. Después llegó Silvia, mi historia preferida, y ahí acabé por caerme completamente rendida ante su pluma. La semana pasada os hablaba de los musos de las novelas, y como no Gabriel está entre ellos (aquí el enlace a dicha entrada: http://butlerscarlett.blogspot.com.es/2016/07/que-hariamos-sin-ellos.html). Como os decía, esta historia fue la segunda que me removió por dentro y me dejó en carne viva en varias ocasiones. De hecho hay una parte en el libro que no importa que lo lea cine veces, que las cien veces acabo llorando como una magdalena.


Elisabet tiene esa capacidad, de hecho en alguna firma de libros se lo he dicho, de hacerme sentir cada emoción de los protagonistas como propia, me hace reflexionar sobre la vida, me hace reír a carcajadas para el segundo siguiente hacerme llorar, y suspirar de pena.

Hay muchos lectores que valoran en una novela poder reírse para olvidarse de las penas del día a día, otros quieren enamorarse y sentir el amor de los protagonistas en su  propio corazón y otros simplemente disfrutar de una buena lectura para olvidarse de ella al empezar una nueva. Yo, particularmente, soy de aquellas personas que, la mayoría de las veces, necesitan y buscan que la historia les remueva por dentro, que les deje un sentimiento tras cerrar el libro, que les haga sentirse en una auténtica montaña rusa de emociones, que sientan en la propia piel como se les queda en carne viva. Algunos me dicen que soy masoquista por querer y buscar este tipo de lecturas, yo lo llamo "cura del alma". ¿Por qué? E sencillo, porque el libro me lleva de la mano por tantos sentimientos que acabo llorando, y creerme, eso sana las heridas del alma y te aporta nueva energía, es decir, que una buena llorera te deja como nueva.

La última historia de Elisabet que ha provocado todo eso ha sido su último libro. En él viajamos por tantas emociones que llega un momento que no sabes qué estás sintiendo. Es sorprendente cómo la autora consigue en cada novela hacerme vibrar y SENTIR, así en mayúsculas, provocando que al término de su historia las lágrimas me nublen la vista. Y es que Elisabet es poesía en movimiento, disfruto cada vez que me deja en carne viva, cada vez que me empuja a pararme y pensar, cada vez que siento el vaivén de emociones. Y eso para mí, no tiene precio.


Y vosotr@s, ¿tenéis autores que os dejan en carne viva? ¡FELIZ DOMINGO!

sábado, 23 de julio de 2016

¿QUÉ HARÍAMOS SIN ELLOS?

Musos, esos hombres que inspiran a las escritoras a crear las más románticas y/o eróticas historias que leemos. Yo no sabía qué era un muso hasta hace relativamente poco tiempo. Pero lo reconozco, a día de hoy me encanta tenerlos, que te sugieran a algún modelo o actor para crear una novela, que te envíen alguno porque una de tus historias les ha recordado a ese chico en particular… A mí se me hace más divertido y hasta soy capaz de concentrarme mejor en la historia. Voy a hacer un repaso de musos que en su momento me enamoraron y se quedaron en mi corazón junto a su maravillosa historia.

Devin Paisley es el MUSO, sí, con mayúsculas. Es nuestro Kellan Kyle de la serie de S C Stephens que a tantas nos ha vuelto locas. Esta fue la primera vez que conocí el género New Adult, y como muchas me daréis la razón, me dejó tan impactada que de vez en cuando releo su historia volviendo a suspirar (en parte es culpa de Inma Cerezo que en una ocasión hablamos de musos y en consecuencia de él, volviéndome más loca todavía).

 
El segundo de mi lista es Milo Ventimiglia. A este le conocí gracias a la bilogía de "Silvia" y su creadora Elisabet Benavent. Nuestro Gabriel Herrera, el cantante de rock con problemas y ese sex appeal que lógicamente volvía loca a la protagonista. El alma atormentada que conquista el corazón de Silvia y el de miles de lectoras, porque reconozcámoslo, ya en el primer libro caemos rendidas ante él, como para no hacerlo... 
 
Nick Bateman ha sido muso en varias historias pero sin duda cuando leía "Cruzando los límites" de María Martínez lo veía a él, a Caleb Marcus. Otro chico guapo, con su pasado detrás y su punto sexi, capaz de enloquecer hasta a una anciana (quizá sea algo exagerado pero mirarle bien).
 
 
Daniel Conn, al que conocí hace relativamente poco gracias a "En busca de Adam" de la escritora AntiliaDos, es Adam Fuller. Otro tipo duro, sensible, detallista, cariñoso y miembro de una banda de rock. Si no habéis leído esta historia os animo a hacerlo, no os defraudará. Ya veis como muso lo poco que decepciona...
 
 Y el último de la lista es del último libro que he podido leer, y que al igual que los otros, me ha dejado una bonita resaca literaria. Stephen James es Nick, en "Miss Zapatos de Lujo" de Ana Cantatero. Nick Mendoza, el último llamado "mojabragas" que he podido conocer gracias a su escritora y que sin duda no os podéis perder porque tras su mirada fría, su alma resquebrajada y su pose chulita, se oculta un gran corazón, capaz de enamorarse provocando que queramos sacarlo del libro y volvernos locas con él.
 
Y para acabar os dejo a mis chicos, no se vayan a poner celosos, que estos sí que son míos al cien por cien (ojalá). Y vosotras, ¿os volveís igual de locas por los musos como yo? ¡Feliz fin de semana chicas Butler!

domingo, 17 de julio de 2016

Leer y escribir novela romántica



Llevo tiempo pensando en dar mi opinión sobre este tema, ese por el que a veces somos tan criticados los autores del género (porque también lo escriben hombres, sí). Hace un par de años me adentré en el mágico mundo de la novela romántica por recomendación de una amiga, a la que estaré siempre agradecida por ello. Empecé a leer diferentes géneros de novela romántica haciéndome adicta a sus libros y a Amazon. Al poco, pensé en plasmar una historia que llevaba tiempo en mi cabeza, y así comenzó mi andadura como autora.

Desde entonces, y por decisión propia, diferencio a dos personas: a la escritora y a la profesora. Muchas veces se han mezclado y he tenido que mostrar la sonrisa fingida ante los comentarios y las miradas reprobatorias por escribir "eso". Sinceramente cada día me importa menos lo que puedan pensar porque yo soy tan feliz y me siento tan bien al escribir sobre lo que me gusta, que lo demás va perdiendo fuelle.

Sin embargo sigo sin comprender porqué ese afán por desprestigiar este género, que está comprobado es de los más leídos. Leí hace unas semanas una entrada de Abril Camino en la que hablaba de este mismo tema sintiendo también esa apatía y ese cansancio por seguir escuchando frases como "no te pega nada escribir romántica" o "¿por qué no pruebas con otro género?". Yo tengo muchas veces la sensación que estamos haciendo algo malo por escribir sobre el amor, ese que está en el día a día de todos.

Tal y como dije en la entrada anterior, yo leo y escribo este género porque me transporta durante lo que me dure la historia en cuestión, a otro lugar, a sentir las emociones de otras personas, a sufrir con ellos, reír y llorar muchas veces. Porque nos evade de los problemas y la realidad de la vida, nos enamoramos de sus personajes que son tan maravillosos que nos gustaría pudieran salir del libro (bueno, al menos a mí), y además encontramos gente como nosotras a las que les encanta leer estas fascinantes historias. ¿Qué más podemos pedir? Por pedir, seguiremos esperando ese día en el que podamos decir que escribimos y leemos este género y nadie se eche la manos a la cabeza ni nos miren de manera acusatoria. Y vosotras, ¿estáis de acuerdo? ¡Feliz domingo!

sábado, 9 de julio de 2016

¿Por qué escribo?


 
Hace unos días Estefanía Yepes reflexionaba sobre el “Síndrome de creación continua”. Os dejo aquí el enlace de su entrada porque es una reflexión que no hay que perderse de ninguna forma: http://estefaniayepes.blogspot.com.es/2016/07/reflexiones-de-un-escritor-afectado-por.html; y hace un par de días además estuve hablando con Clara Sierra del blog  https://athalialalia.blogspot.com.es/   sobre el motivo por el que escribimos.  Todos (o al menos la mayoría) llegamos a la misma conclusión: lo hacemos porque lo necesitamos.  Si hace un año me hubieran dicho que me iba a volver loca de felicidad mientras plasmaba historias en una hoja en blanco, me habría reído a carcajadas.  Y es que es cierto aquello de que “la vida puede cambiar en un solo instante”, pero ese es otro tema para abordar seguramente otro día. Digo que me habría reído porque mi profesión es otra y jamás se me había ocurrido escribir. Pero un día vi un concurso literario de una editorial de novela romántica y me lancé, animada por unas cuantas entusiastas que creían en mí (pobrecitas mías la lata que les di).
 
Cuando escribes algo lo haces con pasión, poniendo todo de ti y quizá no te lea nadie, tu familia y algún amigo que se apiade de ti, pero eso debe ser lo menos importante. Cada vez que me preguntan por qué escribo les digo que por necesidad vital, lo explico. A día de hoy necesito escribir como respirar, aunque simplemente sean un par de páginas o garabatear en uno de los mil cuadernos bonitos que me compro para hacer los mapas y reflejar las ideas. De hecho, lo tengo comprobado y en épocas de mucho estrés laboral, en los que apenas puedo rozar las teclas del ordenador, me siento irritada, inquieta y no estoy agusto conmigo misma.  No lo hacemos por ganar cantidades ingentes de dinero, que dicho sea de paso es básicamente una utopía para la gran mayoría. Tampoco lo hacemos por ser conocidos, pues el ego es lo primero que mata el talento como leí hace poco. Como dice una amiga mía, «no es lo mismo ser conocida que reconocida».  Mucha gente dice que es una carrera de fondo, que los frutos al final llegan, y es totalmente cierto. No debemos esperar miles de seguidores, cientos de me gusta por las redes sociales y millones de opiniones sobre nuestras historias. Yo considero buen escritor a aquella persona que siempre tiene un momento para charlar con sus lectores, a los que dedica aunque sea unos minutos, el que intercambia opiniones y siempre está dispuesto a aprender.
 
Es algo que debemos hacer porque nos gusta, nos motiva, y en definitiva, porque te haga feliz. Sé que mucha gente no me entenderá, pero estoy convencida que otra tanta sí. Al escribir la palabra FIN y terminar con la historia, con la que habrás estado no menos que unos cuantos meses, cada día, riéndote, enfadándote, a veces llorando y otras muchas desesperándote por los temidos bloqueos, el escritor siente un nudo de emociones extraño. Yo, al menos, me siento contenta, satisfecha, orgullosa, triste, nostálgica y rara es la vez que las lágrimas no se derraman frente a la pantalla algunos minutos. Así que si alguien me vuelve a preguntar sobre la razón por la que dedico horas sentada frente a la pantalla, le quito horas al sueño, a la familia, a los amigos, etc. Creo que le responderé: «por dos motivos, porque lo necesito y porque me hace feliz».

jueves, 5 de mayo de 2016

La cita a ciegas




Se levantaba cada mañana y repetía la misma rutina. A las 7.30 abría sus enormes ojos verdes, se desperezaba sintiendo cada músculo durante  8 segundos exactamente, ni uno más ni uno menos. Respiraba profundamente tres veces:

«Inspira, expira. Inspira, expira. Inspira, expira». Le gustaba sentir cómo sus pulmones se llenaban y se vaciaban de aire armónicamente y su cuerpo comenzaba a despertarse. Después se paraba unos instantes a  preguntarse cómo había dormido esa noche y se alegraba cuando la respuesta era positiva:

«He dormido bien, muy bien. Un sueño reparador y delicioso» pensó sorprendido. Apenas había dormido cinco horas, pero se sentía como si hubiera estado hibernando todo el invierno.

Le gustaba levantarse pronto. Su ceremonia de cada mañana así lo requería. Comenzaba por recoger las latas de cerveza vacías de la noche anterior. Al terminar, preparaba unas tostadas  mientras de fondo sonaba algo de música. Ese día tocaba el vinilo de “Modern Times” de Bob Dylan que había comprado en una tienda de discos de segunda mano el día anterior. «No es su mejor obra…pero es bastante bueno», pensó. Poco a poco el olor a café iba inundando toda la sala, y la alarma del móvil le recordaba que, a pesar de la calma que se respiraba, debía ir a trabajar.

Ese día, al igual que todos los demás, terminó de desayunar mientras ojeaba las noticias en el móvil, «nunca me acostumbraré a esto», se decía. A pesar de ser, cada vez menos, bastante joven se podría considerar que Carlos era una persona poco moderna: tenía por rutina costumbres tan arcaicas como leer el periódico en papel o  escuchar música en vinilo. Hábitos que apenas podían considerarse ya de este siglo. Después de cambiarse de ropa y peinarse lo justo para que no pareciera que había pasado un tornado por su cocina bajó a la calle con la esperanza de no encontrarse con el atasco de todas las mañanas.

No fue hasta que se montó en el coche y empezó a sonar el último disco de Quique González que llevaba sonando en bucle en el auto desde hacía un mes, cuando recordó que ese no era un día más. Su amigo Javi había estado ese mismo tiempo insistiéndole, rozando el acoso, con la idea de organizar una cita a ciegas con una compañera de trabajo que, según él, era la versión femenina de Carlos. Éste había estado dándole largas hasta que se dio cuenta que no tenía ninguna razón de peso para rechazar la proposición.

Aquel era el día en el que se había organizado la cita a ciegas, algo difícil de creer en los tiempos que corren, en los que Facebook e Instagram llaman amigos a personas con las que coincidimos una tarde hace 5 años. Pero era Carlos probablemente la persona menos moderna de la Historia. Y ella, su versión femenina. En el fondo, se sentía atraído por la idea.

 

domingo, 17 de abril de 2016

Amanecer en África





Ya está a la venta AMANECER EN ÁFRICA en digital y papel. Van llegando las primeras opiniones de los lectores y no puedo estar más contenta. Van viajando los primeros libros firmados con sus dueñas y las fechas para las presentaciones. Nerviosa, emocionada, feliz, aterrada, satisfecha, orgullosa... Solo espero estar a la altura de las expectativas, que lo disfrutéis y que os emocione la historia de Sarah y Elliot tanto como a mí. Estoy deseando encontrarme con los lectores para intercambiar opiniones, abrazos, risas y pasar un rato muy ameno. ¿Nos vemos?



MADRID: 11 DE MAYO



FUENLABRADA: 4 DE JUNIO



BARCELONA: 14 DE MAYO



Tenéis más información en mi Facebook personal. Gracias por el apoyo constante y el cariño que recibo cada día.

domingo, 20 de marzo de 2016

La segunda maría, ELENA




VOLVER A EMPEZAR
Aquí estoy, recorriendo el aeropuerto maleta en mano, mi bolso de los de imitación a Dolce, porque aunque el sueldo de mi anterior trabajo me daba para eso y más, siempre he sido muy hormiguita y prefiero ahorrar que nunca se sabe. Mis jeans azul cielo algo desgastados, mi talismán, los que siempre me han dado suerte ya que a supersticiosa no me gana nadie y es que lo de coger aviones no va conmigo. Recuerdo una vez que me fui con Alba y Oli al Caribe. Las dos llevaban dándome el pelmazo de que querían ir allí meses. Esas aguas transparentes y cristalinas, esos cócteles al lado del mar, llevar la pulserita del “Todo incluido”… Al final accedí pero claro lo del viaje en avión no me lo imaginaba. Antes solamente había viajado en vuelos de corta duración, tipo Londres o Francia, y aún así me ponía histérica que me sentaba en medio y les tenía que dar la mano a ambas en el despegue porque me muero de miedo.  Como ellas ya lo sabían no se les ocurrió otra cosa que darme una pastillita para dormir y sí, el vuelo lo hice divinamente porque no me enteré de nada, pero al bajarme me sorprendí porque la gente no hacía más que ponerme malas caras y hacer comentarios por lo bajo. Resulta que me había quedado tan profundamente dormida que roncaba como un hipopótamo, así que la vergüenza que pasé fue menuda. Las dos graciosillas no hacían más que reírse, muy divertido todo.

Continúo mi camino por el aeropuerto, llego al escáner derecha a dejar todas las pertenencias en las cajas que ponen a tu disposición antes de cruzar el arco. Aún sigo sin entender porqué alguna gente se descalza y otra no. Yo nunca lo he hecho, me parece antihigiénico tocar ese suelo, qué grima por Dios. Recuerdo aquella vez que fuimos al Caribe las tres y a Oli le hicieron descalzarse, ella tan fresca se quitó hasta los calcetines. A Alba y a mí casi nos da algo al verla, pero ella estaba tan pancha. Así es una de mis mejores amigas: desenfadada, espontánea, extrovertida a más no poder, la que te mete en follones sin comerlo ni beberlo… Pero también es la que te ayuda cuando lo necesitas y la que daría su vida por ti sin dudarlo.

Por fin me toca y dejo todas mis cosas: anillos, pulseras, pendientes, mi portátil, el cinturón, la chaqueta y la bufanda en una de las bandejas. «Por favor las botas no», voy pensando con miedo según me voy acercando al arco. No es que tenga los calcetines rotos ni sucios, pero tocar ese suelo… arggh. También voy medio asustada porque como pite, me da algo. En otro viaje nuestro, esta vez a Amsterdam, Alba pitó y la pobre pasó una vergüenza… Toda roja mientras una mujer le pasaba la maquinita esa alargada por todo el cuerpo y le palpaba, que también… será protocolo ¡pero es un momentazo! ¡Menuda refriega que te dan! Ya llego al arco y por suerte no pito, así que nada más cruzarlo me voy directa a recoger mis cosas y empiezo a ponerme todo corriendo. Volando salgo a buscar la puerta de embarque para llegar de las primeras porque luego se hace una cola tremenda y subo de las últimas. Ya que es un trance volar, y sobre todo tantas horas, prefiero subir pronto y empezar a entretenerme con lo que sea. Llego a las pantallas y ahí está.

NUEVA YORK 

VUELO VLG 7560

PUERTA 4

Todavía me parece increíble que me vaya a Nueva York. Esto sí que es cortar de raíz y empezar de cero. Afortunadamente he conseguido un trabajo en esa gran ciudad gracias a Esteban, el marido maravilloso de mi otra mejor amiga Alba. Si no es por él seguiría en Madrid deprimida y sin saber qué hacer con mi vida. Subo al avión y una adolecente se sienta a mi lado con la música atronadora saliendo de sus cascos. Precisamente la melodía que está escuchando me recuerda uno de los peores trances de mi vida semanas antes…

FLASHBACK

—Vamos Elena, ha llegado el momento—, me digo a mi misma delante de la puerta de mi jefe, el capullo de Víctor, para animarme pero joder cómo cuesta. Agarro el pomo y lo giro con más miedo que seguridad. Entro y lo encuentro pegado a su móvil, diciendo cosas bastante poco profesionales para estar en una oficina… Carraspeo y se gira hacia mí, asiente con la cabeza y con el dedo índice me indica que en un momento tendré toda su atención. Ya son muchos años que nos conocemos y por desgracia lo conozco muy bien, de hecho demasiado, pues para mi desgracia he sido una de las muchas conquistas del seductor sin escrúpulos. Apaga el teléfono móvil y lo deja en su mesa. Se gira y me mira con esos ojos feroces. ¡Dios qué difícil es estar cerca de este hombre!

—Víctor necesito decirte algo —,  le digo sin mirarle a los ojos.

—Dime Elena, ¿qué es?— Me dice mirando unos informes encima de la mesa. Y no es que no lo sepa pero joder después de haber compartido una de las mejores noches de mi vida que me hable con esa frialdad y ni siquiera se digne a mirarme, duele.

— ¿Te importaría mirarme a la cara al menos?— Casi le grito hecha un basilisco. Alza su mirada con el ceño fruncido sin saber qué ocurre pero yo ya voy envalentonada y sigo—. Vengo a presentar mi dimisión. Me marcho Víctor—. Le digo mostrándole un papel y lo dejo caer en su mesa. Sin salir de su asombro pasea su cara del papel a mí y viceversa. No se lo esperaba para nada.

— ¿Pero qué estás diciendo Elena? No entiendo nada. Eres la mejor secretaria que tenido jamás—. Y sin saber porqué, estallo.

— ¡Claro que soy la mejor secretaria que has tenido! Si me has tenido para todo lo que te ha dado la gana. Te he ayudado en el bufete a más no poder, he hecho recados personales entre los que se han contado comprar cositas para tus amiguitas o hacerte reservas de hotel y cenas—me inclino sobre su mesa apoyando las manos y le grito casi tocando su cara—. ¿No crees que ya he aguantado bastante? ¡Se acabó!

Víctor  no sale de su asombro y el muy imbécil empieza a sonreír. ¡Pero de qué coño va! Me separo y comienzo a andar hacia la puerta cuando me llama.

—Elena, déjate de chorradas y vuelve al trabajo—, mientras dice esto rompe la carta de dimisión. ¡Pero este tío es imbécil del todo!

—No me importa que rompas la carta. Puedo sacar otra sin problemas. Ojalá todo se arreglara tan fácilmente—. Vuelvo a girarme y oigo un fuerte golpe. Ha dado un manotazo a la mesa. Me vuelvo bruscamente y lo veo rojo de la ira.

— ¡Qué cojones crees que estás haciendo! ¿Te crees que por hacerte la ofendida tras haberte dado una de las mejores experiencias de tu vida por cierto, voy a aceptar que te vayas? Eres de las mejores en tu trabajo y no voy a permitir que me dejes. Tú siempre has sabido de qué iba todo eso porque precisamente sabes cómo soy con las mujeres. No ha nacido la que me ate. Yo solo las disfruto y créeme ellas también lo hacen. Tu misma puedes dar fe.

—Claro que lo sé y por supuesto que reconozco que fue una noche increíble, pero también me arrepiento muchísimo. Nunca debió ocurrir. Yo lo hice por razones bien distintas a las tuyas y lo sabes. Ya estoy harta Víctor. No puedo seguir aquí porque no es sano para mí. Desgraciadamente he sido una más de tus innumerables amantes y no me perdono haber sido tan tonta. No puedo más. Siempre supe que solo era sexo por tu parte, pero yo estoy irremediablemente enamorada de ti. Y necesito cerrar esto ya. Entiéndelo. Tengo que encontrarme a mí misma de nuevo—. Intento apelar al poco de humanidad que confío aún le quede—. No quiero pensar en ti cada minuto del día, no quiero necesitarte, no quiero morirme de rabia pensando si estás con alguien, no quiero sentir tu frialdad, no quiero arrastrarme más. ¡Ya no lo aguanto! Sacaré otra carta de dimisión pero en cuanto salga por esa puerta no volverás a verme nunca más. Adiós Víctor. Te diría que te deseo lo mejor pero aunque suene vengativo, no es así. 
Una azafata me pide que me abroche el cinturón porque vamos a despegar, así que mando los mensajes avisando de que salgo a las personas pertinentes e intento distraerme con mis pensamientos. Cuando abandoné me fui unos días sola a encontrarme conmigo misma, les dije a Alba y Oli, pero realmente lo que quería hacer era estar sola, para poder llorar todo lo que quisiera sin tener que sentirme culpable por tener a mis dos amigas a mi lado compadeciéndose de mi desgracia, de la que me alertaron muchísimas veces. Necesitaba ese espacio temporal, aislada de todos y así lo hice. Mis padres se espantaron al verme viajar sola pero debía hacerse así, era tan esencial como respirar. Pero una nueva vida llena de esperanza me espera. No importa lo duro que vaya a ser porque en este momento sé que lo que necesito, irme cuanto más lejos mejor. Anhelo encontrarme de nuevo, volver a ser la Elena fuerte y segura que he sido siempre. Toqué fondo, estuve en el infierno y como reza un vídeo viral de los que circulan por Internet “No son las veces que te caes, es cómo te levantas”.

Tras un vuelo agotador de varias horas llego a Nueva York y ¡caray! Todo es enorme. Para poder mirar donde terminan los rascacielos tienes que doblar el cuello porque si no es imposible. Una vez recogidas las maletas me dirijo a la salida, donde Esteban me dijo que alguien de la empresa estaría esperándome para llevarme a mi nuevo apartamento. Un hombre de casi dos metros, sin dirigirme una sonrisa, coge mis maletas y le sigo por todo el aeropuerto casi corriendo porque este hombre da una zancada y yo mientras doy cinco pasos. Llegamos a una limusina negra increíble y cuando me abre la puerta para entrar no me puedo creer que vaya a viajar en este cochazo. ¡Qué viva Nueva York! ¡Si mi vida va a empezar así me apunto! Hacemos el trayecto con música clásica de fondo. El “simpático” me explica que hay una botella de champán fresquita en un compartimento de los miles que tiene esta limusina. Ni corta ni perezosa la abro y me sirvo un par de veces mientras disfruto del viaje. Esto es un lujo en toda regla. Empiezo a admirar la ciudad desde el interior de la limusina y me voy quedando pasmada de ver todo tan gigantesco.

Tras el shock inicial de ver dónde voy a vivir, y confirmar que es el piso de soltero de Esteban, deshago mis maletas y tras hablar con mis padres y las chicas me sumo en un profundo sueño hasta que el cuerpo se despierte por sí mismo que con el jet lag que llevo imagino serán unas cuantas horas.

Al día siguiente es domingo, por suerte para mí, así que me animo a conocer un poco esta ciudad. Me visto con un chándal, unas deportivas y me hago una coleta alta. Cojo las llaves, el monedero y el móvil y empiezo a investigar la Gran Manzana. La primera parada es el cuartito del portero. Me presento y empiezo a hacer preguntas sobre la ciudad. Una amable señora latina me informa en un inglés bastante españolizado dónde puedo encontrar una oficina de turismo para adquirir mapas y poder desenvolverme mejor por la ciudad. Cuando le digo que soy española parece que nos conociéramos de toda la vida y comienza a hacerme preguntas de todo tipo y a contarme su vida. Tras veinte largos minutos de charla encantadora me dirijo a la oficina de turismo, que por suerte está bastante cerca del edificio. No dejo de mirar hacia arriba y ver esos rascacielos que te dejan con la boca abierta. Y la gente, es exactamente igual a las películas, hordas en las aceras y el humo que se ve en las pelis por las calles, ¡es totalmente real! Estoy alucinando. Este lugar va a ser mi hogar los próximos meses… No doy crédito todavía.

Tras hacer una primera parada en la oficina de turismo y salir más cargada que una mula con mapas e informaciones varias, busco en mi móvil la dirección de mi próximo lugar de trabajo. Unas cuantas paradas de metro después llego al edificio que es impresionante, como todo aquí. Aún me asombra que esté en este lugar realmente, vengo de ser una simple secretaria de un imbécil integral y mañana seré secretaria de la dirección. Ya le dije a Esteban que no estoy segura de saber hacerlo bien. ¿Y si no estoy a la altura? Supongo que no debe distar mucho ser secretaria en un bufete que en una revista de modas. Estaba tan feliz de haber conseguido este trabajo que ni me preocupé de preguntar en qué consistía. Esteban me dijo que confía plenamente en mi capacidad. Después de todo, mi carrera en Empresariales no me la quita nadie aunque jamás haya ejercido.

Continúo mi periplo por esta gran ciudad llegando a Times Square, tras seguir las instrucciones de los folletos que me ha dado el chico joven en la oficina de turismo. Pensaba que no podía asombrarme más pero aún es posible. Esas pantallas con mensajes pasando a cada segundo, esos carteles de musicales que cubren edificios enteros…Me quedo absorta en ese sitio, sin poder articular palabra ni moverme. Hasta que la gente no me empuja no soy consciente de donde estoy. Salgo de mi abstracción y veo uno de los típicos puestos de Hot Dogs, de esos que ves en las películas y haciendo caso a mi rugiente estómago me lanzo a comprarme uno. Una vez que lo tengo en mi poder, lo devoro. ¡Me encanta! Cuanto más grasiento, mejor. Me siento en una plaza cercana, en la típica fuente llena de ejecutivos y secretarias que almuerzan lo mismo que yo o una simple ensalada para volver a su jornada laboral lo antes posible. Y allí, por primera vez, soy realmente consciente donde estoy. Observo a la gente, las prisas, los ejecutivos, algunos empresarios que seguramente se dirigen a un lujoso restaurante a comer, no como sus pobres empleados. Adonde quiera que mires hay gente. Esto es Nueva York. Si algo describe a esta ciudad es el bullicio, el ruido… Paz. Necesito algo de tranquilidad antes de volver al apartamento y preparar todo para mañana. Central Park, allí es donde tengo que ir a buscar ese remanso de tranquilidad.

Tras un buen rato caminando llego al famoso parque que tanto sale en la televisión y el cine, hasta me parece que lo conozco después de haberlo visto tantas veces. A la entrada veo carteles que te van orientando de los lugares que abarca ese increíble lugar, y es que mide más de 4 km. Hay tours de todo tipo: a pie, en carroza tirada por caballos, en bici, en góndola… ¿En góndola? Lo que no hagan estos americanos… Empiezo a adentrarme en las espesas praderas verdes. Hay gente haciendo picnics, footing, en bicicleta, familias enteras jugando al rugby… Me paro en mitad del césped algo alejada de la gente porque necesito sentir esa paz sin demasiados sobresaltos y respiro profundamente. Abro los brazos y los subo haciendo varias respiraciones profundas, como si hiciera yoga. Echo de menos mis clases de yoga en el centro con mis compañeros. Borro ese pensamiento instantáneamente. Aquello es el pasado, quedó atrás. Ahora solo queda concentrarse en el presente, ni siquiera en el futuro pues será lo que tenga que ser. Me tumbo un rato en ese césped que calienta los rayos del sol y cierro los ojos. Me quedo en ese estado durante varios minutos en los que pierdo completamente la noción del tiempo. Solo siento. El sol me  calienta la cara, oigo gritos de niños y adultos pero están my lejos, apenas se perciben. Me concentro en sentir esa tranquilidad que fluye como un torrente de paz y felicidad. Hacía tanto tiempo que no me sentía así que ya no lo recordaba. Entonces oigo música, abro los ojos e intento seguir el sonido de la música. Me levanto rápidamente y me acerco a una zona atestada de gente. ¡Madre de Dios es un concierto en pleno corazón del parque! Pero esto no es lo más. ¡Es Ellie Goulding cantando su canción con Calvin Harris! La gente está animadísima cantando el estribillo y de repente me veo sumergida en ese buen ambiente y estoy cantando como una más dando saltos como loca.

Cuando finaliza la canción dejo de saltar porque se me va a salir el hígado por la boca como siga. Los americanos a mi lado me aplauden y vitorean muy animados. Yo hago alguna reverencia en agradecimiento y aplaudo junto a ellos para terminar escabulléndome en cuanto puedo. Sorprendentemente no me he puesto colorada porque no siento calor en las mejillas, ni siquiera vergüenza. Ha merecido la pena porque he vuelto a sentir esa sensación de felicidad que hacía mucho no me recorría el cuerpo y una enorme sonrisa se ha instalado en mi cara en mi viaje de regreso al apartamento. Y es que hoy, por fin, la vida ha vuelto a tener color.

                                   ***

No sé qué me ha pasado de repente. Qué es lo que se ha apoderado de mí que no puedo quitarle los ojos de encima. No consigo verle el rostro. Solo veo su silueta bañada por el sol dorado. La veo desde detrás, lleva una coleta alta y un chándal en tonos oscuros que marcan sus curvas de forma… interesante. Está alejada del resto de la gente, resguardada entre varios árboles. Es como si quisiera mimetizarse con el paisaje y ocultarse del mundo. Parece más como si necesitara esconderse y pasar desapercibida, pero a juzgar por ese cuerpo y ese pelo largo recogido, es hermosa. ¿Por qué esconderse? Entonces estira ambos brazos como si se dispusiera a hacer yoga y su pecho comienza a subir y bajar lentamente debido a las profundas respiraciones que está llevando a cabo. No puedo dejar de observarla, como si no existiera nada más para mí en este momento. Se tumba en el césped y cierra sus ojos. ¿Por qué los cierra? No puedo verlos. No sé de qué color son, qué forma tendrán… Me acerco un poco más pero sin hacer demasiado ruido, como si me acercara a un animal herido. No es mi intención asustarla y que se marche corriendo pero quiero ver esos ojos. Es como si mi cuerpo actuara por propia voluntad y mi cerebro no pudiera ordenarle que pare. A pocos metros de distancia hay algo que me detiene. Abre sus ojos y empieza a mirar a todos lados. ¿Se habrá dado cuenta de mi presencia? Es imposible porque me he agachado como si estuviera haciendo estiramientos tras correr durante varias horas, lo que realmente despeja mi mente cuando estoy agobiado. Parece que el destino, ese en el que mi buen amigo Steven cree tan firmemente después de haber encontrado a su Albita, me hubiera puesto aquí en este momento y en este lugar. Veo que sigue la música, se dirige al concierto que tiene lugar hoy aquí y al llegar se pone a saltar como una loca y a cantar. Por Dios si parece que la ha poseído el demonio. Pero aún así sigo intrigado y no consigo que mi cuerpo obedezca a mi mente y me vaya de allí. Nada se me ha perdido aquí pero… En uno de sus saltos de loca, se gira y consigo en décimas de segundo verle la cara. El caso es que me resulta familiar, como si ya la conociera. ¿Por eso estoy aquí? ¿Había algo que me empujaba a descubrir quién era? ¿Por qué la conozco? No vuelve a girarse y la canción está a punto de terminar, así que tomo otra posición para tenerla de frente. Consigo ver su cara. Sigue resultándome conocida. Es como cuando hueles el perfume de una persona o de un lugar y tienes esa sensación familiar pero no terminas de descubrir a qué o quién te recuerda. En uno de esos saltos me mira directamente con esos ojos marrones llenos de expresividad y esa sonrisa dibujada en su bello rostro y es como si Cupido me hubiera lanzado una flecha, porque siento cosquillas por todo mi cuerpo pero en especial en mi estómago. ¿Qué es esto? Yo nunca me he sentido así… Y en esa milésima de segundo en la que me ha mirado, lo he descubierto. Es Elena, la amiga de Alba que mañana va a empezar a trabajar en mi revista, en el despacho contiguo al mío, pues es mi próxima secretaria…
 
 
 

martes, 8 de marzo de 2016

Adriana


 Adriana llevaba todo el día de arriba para abajo sin parar un solo segundo y aún le quedaba mucho día por delante. Por la mañana había tenido bastante trabajo en la oficina y apenas había podido mirar el teléfono móvil. En cuanto dio la hora de salida se dirigió corriendo a la parada del metro cargando el enorme bolso estilo Mary Poppins en el que llevaba de todo, en especial papeles de chicles, tickets y clínex. En su trabajo era de las más ordenadas, de hecho sus compañeras se quejaban de tanto orden y perfección pero en cuanto ponía un pie fuera de aquel lugar, su vida se volvía un auténtico caos.

Antes de bajar las escaleras del metro iba leyendo la cantidad de WhatsApp que tenía. ¡Cinco conversaciones! «¿Pero es que la gente no trabaja?», se preguntaba Adriana cada vez que veía el móvil lleno de notificaciones. Aparte tenías las habituales de Facebook, Twitter e Instagram. Más redes sociales no podía tener pero le divertía mucho estar aquí y allí compartiendo imágenes, videos, estados, chateando con las amigas y riéndose de cualquier bobada. Además se había apuntado hacía unos días a una de las páginas de contactos que tanto abundan por internet hastiada ya de que nada le llegase. Se emocionó bastante al ver un mensaje de un chico bastante guapo, con barba y ojos castaños que le decía que le dejaba su móvil para que charlaran más tranquilos. Inmediatamente le respondió y le agregó. Se metió en el metro y no pudo mirar más el teléfono, así que fue pensando en todas las cosas que le quedaban por hacer resoplando pues quería tumbarse en el sofá y descansar. Los jueves podían con ella. Muchas veces decía que los viernes le sobraban ya que llegaba muy cansada al fin de semana. Su horario era demoledor, de ocho de la mañana a ocho de la tarde aunque días como aquel eran un regalo. Una vez al mes su jefe les dejaba cogerse la tarde libre y la suya había llegado por fin.


Al salir del metro corrió para llegar a casa pues no se había preparado la comida el día anterior. Al llegar a casa y tras saludar a Brönte, su gato juguetón, lanzó el abrigo y el bolso a la cama. Se preparó algo rápido como una ensalada y un poco de embutido. A pesar de ser su tarde libre no tenía tiempo que perder.  Mientras comía volvió a coger el móvil y se sorprendió de ver una llamada del chico que le había dado su número de teléfono hacía algunas horas. Adriana le escribió y el chico le contestó que prefería escuchar una voz pero ella no tenía tiempo así que le dio largas y siguió comiendo. En cuanto terminó y recogió se puso a mirar unos informes que le habían enviado por correo electrónico. Los quería tener listos para el día siguiente antes de que su jefe se los pidiera. Afortunadamente en el solar de al lado estaban de obras por lo que dormirse no era una opción. Terminado el trabajo se merecía relajarse. Cogió la ropa de baño y la mochila, y se marchó al gimnasio a pocos metros de su casa donde se pasaba los pocos ratos libres nadando y disfrutando en el agua.


Un par de horas después, cansada y muy relajada, volvió a casa sorprendiéndose de tener varios mensajes del chico que la había llamado. Fran se llamaba y a juzgar por su foto de perfil era bastante mono aunque  apenas habían cruzado dos frases. Un simple ¿Dónde trabajas? Y ¿cuándo quedamos? Adriana le explicó que al día siguiente tenía mucho trabajo y que iban a tener que esperar un poco, cosa que al chico no le gustó mucho. No le dio importancia y llamó a su prima que estaba a unto de dar a luz.

—¡Prima! ¿Cómo estás hoy?

—No me grites Adri que no estoy sorda—como ya era costumbre esta era la forma de su prima Patricia de hablarle. Entendía que las hormonas la tuvieran alterada a pesar de saber que su prima siempre había sido cariñosa y agradable. Comprendía a la perfección que su marido estuviese ansioso porque diera a luz.

—Vale, no te enfades. Cuéntame cómo te sientes. ¿Muchas contracciones?

—¿Y cuando no? Ya sabes que tengo contracciones hace un mes sin parar. No sé porqué me preguntas eso—. Adriana quería mucho a su prima porque era lo único que tenía en este mundo pero las dos últimas semanas la tenía harta de tanta mala contestación.

—Ya te queda muy poco prima. Ya verás que en menos de lo que esperas tienes a tu bebé entre los brazos.

La conversación continuó un minuto con el mismo tono, Patricia quejándose porque quería ya dar a luz y Adriana escuchándola con paciencia aguantando las malas respuestas de su adorada prima. Esa que había sido su única familia desde que tenía uso de razón. Sus padres habían muerto siendo ella muy pequeñita y la abuela materna se encargó de cuidarla hasta que hacía un año había fallecido. Desde entonces estaba sola, y aunque le encanta su independencia y hacer las cosas a su manera, echaba de menos llegar a casa y charlar con alguien; que hubiera una persona esperándola o acostarse sabiendo que en las difíciles noches en las que los recuerdos pesaban sobre ella, un brazo la estrecharía entre sus brazos y no se sentiría tan sola en el mundo.
 
 
Los malos recuerdos provocaron que un nudo de angustia y una sensación inmensa de tristeza se instalaran en su pecho. No tenía apetito así que se hizo un sándwich y se metió en la cama sin volver a mirar el teléfono. Después de todo, ¿quién querría saber cómo estaba?

jueves, 25 de febrero de 2016

Adiós con el corazón

El fin, se acabó. Después de nueve meses me despido de Sarah y Elliot. Con el nudo en la garganta, con la pena por no volver a saber de ellos, por hacerme sentir su amor, por estremecerme con cada palabra... Desde que comencé a escribirles hasta hoy que está preparado para maquetarse y reposar antes de salir a la calle en abril, han pasado muchas cosas. Otras historias se han cruzado antes, como la de Mateo y Clara. Otras se están madurando y están empezando a esbozarse pero ahora no es momento de hablar de ellas. Quiero dedicar este post a ellos, a los que quiero agradecer que un día acudieran a mi mente y me susurran palabras cargadas de significado para que yo las plasmase en una hoja. Han viajado de aquí para allá, incluso al extranjero. Han reído, han sufrido, han cambiado, han aprendido... y yo con ellos. Cuando escribimos la palabra FIN pensamos que todo se ha terminado pero no es cierto. Ahora. Hoy es cuando acabo con su historia. Ya no volveré a releerlos, a corregir, a matizar situaciones, a reírme con ellos y sufrir con sus delicadas situaciones. Siempre nos apena despedirnos porque son parte de ti, una prolongación, un pedazo de tu alma... Pero todo lo que empieza tiene un final, y este es el suyo.

SARAH COLLINS, gracias por ser una mujer fuerte, independiente, compasiva, sincera... por hacerme ver que los sueños están para perseguirlos y que se cumplen. Por tu constancia, tu generosidad, tu fe infinita, tu espíritu de sacrificio y tu bendita paciencia. Por no rendirte nunca, por entregarte a los demás sin pedir nada a cambio y por querer la felicidad de otros, aunque eso suponga tu propia infelicidad. GRACIAS.

ELLIOT SAVANNAH, gracias por ser ese hombre sensible, fuerte, tierno, apasionado... por enseñarme que la vida nos concede segundas oportunidades y que es entonces cuando debemos aprovecharlas para tomar ese camino. Por tu infinito amor, por sonreír de esa manera derritiendo corazones, por tu entrega y por tu preocupación por los más débiles. Por querer dejarlo todo a pesar de que eso traiga consecuencias, por tomar la decisión acertada en el momento inoportuno, por volver a sentir. GRACIAS.
 
Antes de cerrar este post de despedida reitero las gracias, por aportarme tanto en estos meses, por hacerme crecer como escritora y por enseñarme que los sueños se hacen realidad cuando menos te lo esperas. Hasta siempre chicos.

PROYECTO FINALIZADO

 El fin de semanada pasado puse punto final a la novela número quince. Parece mentira que ya pueda decir ese número pero ahí está.  Sueño co...