Si además le sumamos que la abstemia primaveral aparece, el agotamiento es infinito. Escaso tiempo, trabajo, trabajo y más trabajo que se acumula en estos días finales, burocracia que nunca acaba... y cuando tengo algo de tiempo libre es imposible mantener los ojos abiertos. Ni siquiera puedo leer un rato antes de irme a la cama.
Soy persona inquieta en general en mi vida. Este mes que finaliza ha sido el mes en el que por fin me lancé a cumplir uno de mis sueños de infancia: aprender a tocar el piano. Si tenía poco, le añado una tarea más para complicarme más la existencia. A pesar de todo, el piano se está convirtiendo un poco en lo que la escritura significa para mí. Disfruto sentándome enfrente del teclado, practicando las canciones que la profe me enseña, cantando las notas... Lo que no pensé fue que precisamente cumplir este sueño me iba a quitar tiempo de seguir con el otro. Pero como se suele decir "sarna con gusto, no pica".
Quizá por esta razón las musas se hayan mudado o a lo mejor se han enfadado al desplazarlas por el otro teclado, pues se han tomado ya el descanso. Hace tiempo que no aparecen pero tampoco es algo que me agobie ni me preocupe como solía ocurrirme al principio. No soy capaz de definirme de forma estricta, es decir, no puedo afirmar ya si soy una escritora de brújula o de mapa. Organizo una historia con mapa y me veo incapaz de seguirla, trabajo con brújula y también estoy perdida. Últimamente, a decir verdad, siento más que estoy inmersa en la locura, escribo según me encuentre en ese momento... Solía comenzar una historia, serle fiel y zanjarla. Los bailarines me acompañan hace meses yendo y viniendo, la serie New Adult que empecé el año pasado de vez en cuando llama mi atención rogándome que continué con sus historias, y en este tiempo en el que las musas han partido, he empezado otra novela que ni yo misma sé adónde irá, por lo que el caos está asegurado.
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