martes, 8 de marzo de 2016

Adriana


 Adriana llevaba todo el día de arriba para abajo sin parar un solo segundo y aún le quedaba mucho día por delante. Por la mañana había tenido bastante trabajo en la oficina y apenas había podido mirar el teléfono móvil. En cuanto dio la hora de salida se dirigió corriendo a la parada del metro cargando el enorme bolso estilo Mary Poppins en el que llevaba de todo, en especial papeles de chicles, tickets y clínex. En su trabajo era de las más ordenadas, de hecho sus compañeras se quejaban de tanto orden y perfección pero en cuanto ponía un pie fuera de aquel lugar, su vida se volvía un auténtico caos.

Antes de bajar las escaleras del metro iba leyendo la cantidad de WhatsApp que tenía. ¡Cinco conversaciones! «¿Pero es que la gente no trabaja?», se preguntaba Adriana cada vez que veía el móvil lleno de notificaciones. Aparte tenías las habituales de Facebook, Twitter e Instagram. Más redes sociales no podía tener pero le divertía mucho estar aquí y allí compartiendo imágenes, videos, estados, chateando con las amigas y riéndose de cualquier bobada. Además se había apuntado hacía unos días a una de las páginas de contactos que tanto abundan por internet hastiada ya de que nada le llegase. Se emocionó bastante al ver un mensaje de un chico bastante guapo, con barba y ojos castaños que le decía que le dejaba su móvil para que charlaran más tranquilos. Inmediatamente le respondió y le agregó. Se metió en el metro y no pudo mirar más el teléfono, así que fue pensando en todas las cosas que le quedaban por hacer resoplando pues quería tumbarse en el sofá y descansar. Los jueves podían con ella. Muchas veces decía que los viernes le sobraban ya que llegaba muy cansada al fin de semana. Su horario era demoledor, de ocho de la mañana a ocho de la tarde aunque días como aquel eran un regalo. Una vez al mes su jefe les dejaba cogerse la tarde libre y la suya había llegado por fin.


Al salir del metro corrió para llegar a casa pues no se había preparado la comida el día anterior. Al llegar a casa y tras saludar a Brönte, su gato juguetón, lanzó el abrigo y el bolso a la cama. Se preparó algo rápido como una ensalada y un poco de embutido. A pesar de ser su tarde libre no tenía tiempo que perder.  Mientras comía volvió a coger el móvil y se sorprendió de ver una llamada del chico que le había dado su número de teléfono hacía algunas horas. Adriana le escribió y el chico le contestó que prefería escuchar una voz pero ella no tenía tiempo así que le dio largas y siguió comiendo. En cuanto terminó y recogió se puso a mirar unos informes que le habían enviado por correo electrónico. Los quería tener listos para el día siguiente antes de que su jefe se los pidiera. Afortunadamente en el solar de al lado estaban de obras por lo que dormirse no era una opción. Terminado el trabajo se merecía relajarse. Cogió la ropa de baño y la mochila, y se marchó al gimnasio a pocos metros de su casa donde se pasaba los pocos ratos libres nadando y disfrutando en el agua.


Un par de horas después, cansada y muy relajada, volvió a casa sorprendiéndose de tener varios mensajes del chico que la había llamado. Fran se llamaba y a juzgar por su foto de perfil era bastante mono aunque  apenas habían cruzado dos frases. Un simple ¿Dónde trabajas? Y ¿cuándo quedamos? Adriana le explicó que al día siguiente tenía mucho trabajo y que iban a tener que esperar un poco, cosa que al chico no le gustó mucho. No le dio importancia y llamó a su prima que estaba a unto de dar a luz.

—¡Prima! ¿Cómo estás hoy?

—No me grites Adri que no estoy sorda—como ya era costumbre esta era la forma de su prima Patricia de hablarle. Entendía que las hormonas la tuvieran alterada a pesar de saber que su prima siempre había sido cariñosa y agradable. Comprendía a la perfección que su marido estuviese ansioso porque diera a luz.

—Vale, no te enfades. Cuéntame cómo te sientes. ¿Muchas contracciones?

—¿Y cuando no? Ya sabes que tengo contracciones hace un mes sin parar. No sé porqué me preguntas eso—. Adriana quería mucho a su prima porque era lo único que tenía en este mundo pero las dos últimas semanas la tenía harta de tanta mala contestación.

—Ya te queda muy poco prima. Ya verás que en menos de lo que esperas tienes a tu bebé entre los brazos.

La conversación continuó un minuto con el mismo tono, Patricia quejándose porque quería ya dar a luz y Adriana escuchándola con paciencia aguantando las malas respuestas de su adorada prima. Esa que había sido su única familia desde que tenía uso de razón. Sus padres habían muerto siendo ella muy pequeñita y la abuela materna se encargó de cuidarla hasta que hacía un año había fallecido. Desde entonces estaba sola, y aunque le encanta su independencia y hacer las cosas a su manera, echaba de menos llegar a casa y charlar con alguien; que hubiera una persona esperándola o acostarse sabiendo que en las difíciles noches en las que los recuerdos pesaban sobre ella, un brazo la estrecharía entre sus brazos y no se sentiría tan sola en el mundo.
 
 
Los malos recuerdos provocaron que un nudo de angustia y una sensación inmensa de tristeza se instalaran en su pecho. No tenía apetito así que se hizo un sándwich y se metió en la cama sin volver a mirar el teléfono. Después de todo, ¿quién querría saber cómo estaba?

jueves, 25 de febrero de 2016

Adiós con el corazón

El fin, se acabó. Después de nueve meses me despido de Sarah y Elliot. Con el nudo en la garganta, con la pena por no volver a saber de ellos, por hacerme sentir su amor, por estremecerme con cada palabra... Desde que comencé a escribirles hasta hoy que está preparado para maquetarse y reposar antes de salir a la calle en abril, han pasado muchas cosas. Otras historias se han cruzado antes, como la de Mateo y Clara. Otras se están madurando y están empezando a esbozarse pero ahora no es momento de hablar de ellas. Quiero dedicar este post a ellos, a los que quiero agradecer que un día acudieran a mi mente y me susurran palabras cargadas de significado para que yo las plasmase en una hoja. Han viajado de aquí para allá, incluso al extranjero. Han reído, han sufrido, han cambiado, han aprendido... y yo con ellos. Cuando escribimos la palabra FIN pensamos que todo se ha terminado pero no es cierto. Ahora. Hoy es cuando acabo con su historia. Ya no volveré a releerlos, a corregir, a matizar situaciones, a reírme con ellos y sufrir con sus delicadas situaciones. Siempre nos apena despedirnos porque son parte de ti, una prolongación, un pedazo de tu alma... Pero todo lo que empieza tiene un final, y este es el suyo.

SARAH COLLINS, gracias por ser una mujer fuerte, independiente, compasiva, sincera... por hacerme ver que los sueños están para perseguirlos y que se cumplen. Por tu constancia, tu generosidad, tu fe infinita, tu espíritu de sacrificio y tu bendita paciencia. Por no rendirte nunca, por entregarte a los demás sin pedir nada a cambio y por querer la felicidad de otros, aunque eso suponga tu propia infelicidad. GRACIAS.

ELLIOT SAVANNAH, gracias por ser ese hombre sensible, fuerte, tierno, apasionado... por enseñarme que la vida nos concede segundas oportunidades y que es entonces cuando debemos aprovecharlas para tomar ese camino. Por tu infinito amor, por sonreír de esa manera derritiendo corazones, por tu entrega y por tu preocupación por los más débiles. Por querer dejarlo todo a pesar de que eso traiga consecuencias, por tomar la decisión acertada en el momento inoportuno, por volver a sentir. GRACIAS.
 
Antes de cerrar este post de despedida reitero las gracias, por aportarme tanto en estos meses, por hacerme crecer como escritora y por enseñarme que los sueños se hacen realidad cuando menos te lo esperas. Hasta siempre chicos.

martes, 23 de febrero de 2016

La historia de Laura


No me puedo creer que esté escuchando esta música. Joder si se enteran mis amigas se parten de risa en mi cara y con razón. ¿Desde cuando me gusta a mí este grupo de críos? ¡Que no soy una quinceañera! Tendida en la cama de mi habitación con los auriculares en los oídos las voces de cinco chavalines inundan la soledad que siento en este momento. El desasosiego, el nudo que se ha instalado en mi pecho y al parecer ahí se va a quedar, el ahogo que no me deja respirar… «Joder Laura me cago en la leche, ¿desde cuándo eres tan intensa?», no dejo de decir chorradas románticas de las que les gusta a Clara y Patricia. Pero yo no soy así. Nunca lo he sido, siempre he ido de flor en flor, picoteando, revoloteando, siendo un espíritu libre sin preocuparme si se enamoraban de mí porque la primera que no lo hacía, era yo. Y digo bien, era, porque eso ha cambiado.  Él lo ha hecho. Antes de conocerle era la loca de siempre, divertida, directa, valiente… Y ahora soy una pobre chica enamorada hasta las trancas escuchando música pop adolescente. Me has jodido Samuel y bien jodida, y no, no me refiero al tema sexual que de ese  ya no gasto. Desde que a mi amiga Clara se le ocurrió la “brillante” idea de meterme en sus rollos para ayudar a su hermana, mi vida se ha ido a la mierda. Él lo presenció todo y por mucho que le expliqué que era para ayudar a Alex, por que estaba saliendo con un subnormal en potencia, le dio igual. Me dejó. A  la alocada, desenfada y la que pasaba de un tío a otro sin preocuparse de los sentimientos. Y me jodió. Mucho. Siempre andaba con cuidado, cuando veía que comenzaba la fase “encoñamiento”, me alejaba corriendo haciendo uso de aquel “pies para que os quiero”.

Pero siendo totalmente sincera no siempre fue así . Venga, lo voy a reconocer. Sí que hubo alguien antes de Samuel, alguien que me despertó al mundo tonto de los corazoncitos que se salen por los ojos. El que me descubrió el amor, las tontunas románticas como las flores, los bailes a la luz de la luna, las escapadas a la casa de la playa de sus padres para devorarnos y no despegarnos durante días, los abrazos silenciosos e intensos que me aportaban tanta paz…  «Joder qué moñas me estoy poniendo», y todo por su culpa. Si él no me hubiese destrozado para otros, Samuel no habría tenido oportunidad de joderme viva.  Después de él no creí que fuera a pasarme de nuevo, sobre todo porque yo lo impedía. Me ponía la coraza y no dejaba que nadie entrase a ese lugar prohibido que quedó vetado tras su paso por mi vida. Y lo peor de todo es que creía que lo tenía superado pero ni de coña. Ahora que Samuel me ha vuelto a romper, he recordado todo y joder, la herida se ha vuelto a abrir.

Me quito los auriculares pues ya he tenido bastante del grupito de moda por un rato. Me quedo en la misma posición en la que llevo varias horas, vegetando. Hoy ni siquiera tuve fuerzas de ir al trabajo, a MI trabajo, ese que me encanta. No lo puedo creer, yo no soy esa chica debilucha, llorosa y deprimida. Porque sí, lo reconozco, desde que corrí tras Samuel para explicarle la situación no he dejado de llorar por todas las esquinas. Solamente dejo de hacerlo cuando duermo y al despertar todo lo ocurrido se me viene a la mente y vuelta a empezar. Como siga así me deshidrato. Al no tener ganas de nada, decido que dormir es la mejor opción, pero como cada día el problema sigue ahí. Las sábanas. Esas en las que Samuel ha dejado su olor, jodido olor el suyo que me vuelve loca y hace que me enamore aún más. Esas sábanas que han sido testigo de todo lo que hay entre nosotros, porque no es solo sexo entre nosotros. No sé definirlo bien. Es como la primera vez que te enamoras y te entregas a la pasión, todo es nuevo, sorprendente,  te arrastra como un huracán y se te queda pegado a la piel. Así es con Samuel. Jodido Samuel, sé que la he cagado y lo peor es que no sé cómo solucionarlo. Me quito la ropa para echarme a dormir, para sentir los residuos que quedan en la cama de él pero en cuanto cierro los ojos no es él al que veo. Es otra persona, otros ojos, otro pelo, otra sonrisa. El que me rompió para los demás y me convirtió en un robot contenido de sentimientos. Y entonces recuerdo cómo pasó todo…

sábado, 30 de enero de 2016

Cositas que escribo


Hace un mes que Mateo está en la calle enamorando a muchas de vosotras que me seguís y me dais ánimo para continuar en este complicado camino. Esta semana ha sido difícil dedicarme a escribir aunque haya llegado a necesitarlo como respirar. Como agradecimiento a vuestros comentarios y apoyo os dejo cositas que estoy escribiendo. Espero que os guste.


Por fin ha llegado el día de nuestra graduación. Tras años y años de sacrificio, horas intempestivas estudiando, cafés en vena para poder seguir con los párpados sin cerrarse, risas, fiestas universitarias, frustraciones, millones de trabajos, proyectos y exámenes, entre otras muchas cosas, me encuentro en ese dulce día en el que mi vida va a cambiar.

A partir de hoy ya no soy la niña, la hija, la amiga, la novia… Hoy soy una ciudadana más en el mundo, mayor de edad; ya no existiré únicamente para mi círculo de amigos y familiares si no para el resto del universo. Seré alguien importante, alguien con quien la gente contará. No es un simple día en el que nos ponemos la toga y el birrete esperando a que nos impongan la banda y nos den un trozo de papel a modo de pergamino, para después hacernos miles de fotografías y disfrutar de una fiesta entre amigos. Es mucho más, es el momento que separa el pasado de mi futuro. Deseo lanzarme con los ojos bien abiertos a todas las posibilidades que la vida me ofrezca, recibir lo que me venga con el mejor ánimo posible, a lo que sea, al amor, a ser responsable, más amiga, más adulta, trabajadora, esposa, madre. Ilusionada me enfrento a este nuevo día que será el primero del resto de esos nuevos que están por llegar, porque hoy, comenzaré una nueva vida…

—¡Sophie! ¡Jeremy está aquí!—Dejo de mirarme al espejo frente al que estoy recitando mi discurso de graduación cuando escucho la voz atronadora de mi padre. El discurso, ¿en qué hora acepté yo pronunciarlo? “Si quieres ser periodista, debes acostumbrarte a hablar en público cariño”, estas palabras que me dice mi madre cada dos por tres calan en mi mente pero no llego a comprenderlas del todo. Inspiro profundamente y me echo un último vistazo antes de salir por la puerta con la cartera a juego con el vestido y el discurso en su interior.

Bajo los escalones con cuidado pues llevo unos tacones a los que no estoy nada acostumbrada y temo caerme. Al pie de la escalera veo a mi novio, Jeremy, con el traje que se ha comprado exclusivamente para hoy con el dinero de su primer trabajo. Lleva en la mano la clásica flor que toda chica debe llevar el día de su graduación, le sonrío y él me la devuelve con el brillo de sus ojos refulgiendo aún más, si es eso posible. No hay dos personas más conectadas ni enamoradas que nosotros, a veces siento miedo que pueda ser un estado adolescente y que se evapore con el tiempo pero entonces él me mira a los ojos y agarrándome de la mano me transmite la seguridad que necesito.

—Estás deslumbrante—esas son las dos palabras que hacen que esté aún más convencida de mi elección del vestido. Fui con mi madre a una de las boutiques más elegantes de Seattle y también la más cara pero mis padres no quisieron escatimar en gastos para la graduación de su única hija. Me probé varios vestidos hasta que di con el adecuado, el mío, blanco hasta la rodilla, completamente liso, con un cinturón dorado y cogido de un extremo al hombro mientras el otro queda al aire. Mi madre cuando me vio con él se emocionó como si estuviese viendo mi vestido de novia al mismo tiempo que mi padre le cogía de los hombros sonriendo aguantando la emoción. Sandalias doradas a juego y cartera del mismo tono completan el “conjunto graduación”.

—Tú también estás muy guapo—Jeremy me besa en la mejilla pues delante de mis padres le puede la vergüenza y se contiene. Saca la flor de la caja en la que está guardada y me la pone en la muñeca terminando con un beso en mi mano.

—¡Atención foto, foto!—Mi madre nos saca de ese mágico instante en el que nos hemos sumido al mirarnos. Jeremy se sitúa junto a mí al pie de escalera, me rodea la cintura con su brazo y sonreímos a cámara. Después de unas cien instantáneas, pues mi madre es una apasionada de la fotografía, conseguimos llegar al coche. Mi padre conduce mientras mi madre le va diciendo por dónde ir y cómo debe hacerlo, lo que acaba en discusión sin remedio. Vuelvo a guardar la flor en la caja para ponérmela de nuevo cuando vayamos a la fiesta post graduación. Al cabo de quince minutos llegamos al campus donde nos vamos a graduar. Me despido de mis padres por un rato y voy en busca de mi mejor amiga junto a Jeremy.

Nora está rodeada de chicos como es habitual en ella. Ojalá tuviera yo el mismo talento para ser tan extrovertida, divertida y atrevida pero estoy bastante lejos de eso. Menos mal que Jeremy es todo lo contrario a mí, porque si no jamás habríamos empezado algo, si no se hubiera lanzado él a hablarme a la salida del instituto mientras esperaba a que mi madre me recogiera cuando me hice el esguince de tobillo, ahora no estaríamos juntos.

—¡Soph!—Oigo  que mi amiga me llama a voces desde donde se encuentra con su harén de chicos fornidos y corpulentos pero con poca materia gris. A regañadientes consigue zafarse de varios brazos que no la sueltan cual pulpos y camina directa hacia nosotros. Su atuendo no me extraña lo más mínimo, vestido azul marino en corte sirena muy por encima de la rodilla a juego con unos tacones incluso más altos que los míos y su preciosa melena castaña cayendo sobre sus hombros. Si mi madre me ve así me obliga a cambiarme de ropa al instante pero para su desgracia sus padres apenas están en casa, dudo mucho que hoy estén en su graduación.

—Pareces un angelito—comenta antes de abrazarme fuertemente. Nora, mi hermana, esa que no he tenido. Hemos vivido juntas desde que teníamos seis años al vivir casa con casa. Sus padres viajan constantemente por motivos laborales y siempre ha estado al cuidado de niñeras que sinceramente poco se han preocupado por ella. Mis padres han actuado más de padres que los biológicos así que no es de extrañar que estemos tan unidas.

—Tú vas como siempre, impactante—me mira girando la cabeza, levantando la ceja sabiendo que estoy en lo cierto y se da una vuelta sobre sí misma para que admiremos mejor su modelito a la vez que miles de ojos babeantes y silbidos confirman lo que ya sabíamos. Ella está tan acostumbrada a ser el centro de atención que ni siquiera se inmuta. Si me pasara a mi estaría roja como un tomate deseando que me tragase la tierra. Jeremy bromea con ella y entran en su juego de meterse el uno con el otro, de forma cariñosa según ellos, aunque nunca me ha gustado mucho que se lleven así. Son dos de las personas más importantes de mi vida junto a mis padres pero la sangre no llega al río por suerte.

Llega el momento y nos trasladamos al centro del campus donde nos ponemos las togas y birretes a un paso de ser graduados. No puedo ocultar mi emoción pues se refleja en mi rostro, así como el nerviosismo por tener que hablar delante de tantísima gente.

—Tranquila, lo vas a hacer muy bien—me susurra al oído Jeremy apoyando su frente en mi cabeza a la vez que me da un abrazo enternecedor.  Nora pone los ojos en blanco y se queja de que nos pongamos tiernos a cada momento. Ambos nos reímos de su comentario y la seguimos hacia las sillas donde está nuestro nombre escrito en un trozo de papel.

La ceremonia comienza con varios discursos del decano y algunos profesores hasta que es mi turno. Nora, sentada a un lado y Jeremy al otro, me aprietan cada uno la mano para darme el aliento necesario para salir al escenario y hacer el discurso frente a más de quinientas personas. ¿Pero por qué tuve que ser la mejor de mi promoción? Ahora mismo desearía ser mediocre para estar oculta entre tantos rostros. Tras llamarme un par de veces salgo disparada más por el empujón de Nora que por iniciativa propia y llego temblando a las escaleras. Una azafata me da la mano para subir, es entonces cuando reacciono y subo decidida a comerme a la audiencia con mis palabras.

                                                               ***

Ahora mismo me estoy riendo a carcajada limpia tras el momento de shock que he sufrido. Al llegar al pie de la escalera creía que no iba a ser capaz pero no sé muy bien de dónde emergió la fuerza necesaria que me hizo comerme el escenario y a juzgar por la duración de la ovación no lo hice tan mal. Tras recibir nuestros diplomas, lanzar los birretes y saltar como locos, la ceremonia concluyó. Mis padres no dejan de pedir que me haga fotografías con ellos y yo que soy incapaz de negarles nada, acepto encantada. También nos hacen fotos a Nora y a mí para que sus padres puedan ver la felicidad de su hija aunque dudo que les preocupe lo más mínimo. Los tíos de Jeremy también quieren hacernos fotos así que posamos cual famosos. Desde que era un bebé lo criaron ellos pues sus padres eran dos drogadictos que acabaron mal parados al poco de nacer él en un ajuste de cuentas. Su padre falleció y su madre acabó en la cárcel hasta que murió a los pocos meses. Para Jeremy son sus verdaderos padres, de hecho le adoptaron y legalmente son sus tutores aunque siempre ha sabido quiénes eran sus padres.

Una vez que se acaba el cóctel de graduación y terminamos de festejar con nuestros familiares, llega la hora de la gran fiesta que nos han preparado. Jeremy vuelve al coche de mi padre un momento para recoger la flor que me dio antes de graduarnos y ponérmela de nuevo. Nos despedimos de sus tíos y mis padres y entramos al pabellón  Roosevelt donde tiene lugar la fiesta. La decoración no puede ser más preciosa. Hay globos blancos y azules con estrellitas blancas por todos lados, además de estrellas grandes y pequeñas blancas a juego y telas blancas cayendo de una esquina a otra en esta decoración con un azul nocturno rodeándonos.

Nora se acerca a la mesa de las bebidas y al instante ya tiene varios tíos cercándola pero ella ni se inmuta, es más tontea con alguno y se va a bailar con el ganador. Jeremy tira de mi mano y nos ponemos a bailar como locos cada canción que suena. Al rato se nos une Nora y seguimos danzando al son de lo que suene, nos da igual porque lo único que queremos hacer es disfrutar. Cuando suena una canción lenta Jeremy le da un empujón a Nora, que no se lo toma nada bien, y me agarra mientras miro hacia mi amiga que tiene cara de enfado. Apenas puedo ir a hablar con ella cuando ya me encuentro en los brazos del que le ha dado semejante empujón, mi amor. Le miro reprochándole su comportamiento pero simplemente ignora mi gesto y me besa dulcemente como solo él sabe hacerlo. Una vez que termina la canción vuelvo a sentir un tirón y esta vez es de Nora que viene a vengarse. Jeremy se ríe y viene hacia nosotras cantando la canción

“DJ got us fallin’ in love” de Usher que está sonando por los gigantescos altavoces. Imita al cantante y no soy la única que lo mira embobada pues mi chico es bastante atractivo y algunas busconas se sitúan a su alrededor bailando con él. Nora que sabe que yo no voy a ser capaz de ir a rescatarlo, camina bailando hacia él y lo arrastra hasta donde estoy yo ante la mirada cabreada de las chicas que babeaban hace apenas un segundo por mi novio. Ella se va a bailar con uno que ha visto y le interesa mientras que Jeremy y yo bailamos y cantamos como si no existiera nadie más en la abarrotada sala.

Varias horas después volvemos a casa más que agotados pero muy felices. Nora se ha marchado en el coche de su última conquista a poner la guinda en el pastel, como suele decir ella. Jeremy y yo volvemos caminando a casa pues hace muy buena noche y mi padre nos trajo en su coche así que no nos queda otra. Andamos abrazados comentando el día de hoy en el que ha habido un poco de todo: nervios, risas, lágrimas de emoción, fotografías divertidas y tiernas, bailes… Pero ahora llega el momento más difícil con el que teníamos que lidiar. Llevábamos meses retrasando hablar de ello pero tras la graduación debíamos enfrentarnos a él.

—Sophie…

—Lo sé…—Una lágrima traicionera ronda mi mejilla y él me la quita con dulzura como es él, mi dulce bombón.

—Pero esto no quiere decir que vaya a cambiar nada entre nosotros. Cariño—se para y me gira para que estemos uno enfrente del otro—, eres la persona más importante de mi mundo y nunca, nunca voy a dejar que eso cambie. Sé que Nueva York está lejos pero cuando hablamos de las universidades nos prometimos que no dejaríamos que nuestros sentimientos influyeran en la decisión que debíamos tomar. Ahora nuestra relación va a cambiar pero no lo que sentimos.

—Ya… Tienes razón, lo que no quiere decir que vaya a ser fácil. Estoy tan acostumbrada a hacer todo contigo, no me imagino mi día a día sin ti. Todo lo que hago te lo cuento y no poder hacerlo… No sé, será una tontería quizá.

—No, digas eso Soph, por supuesto que no es una tontería—me abraza y nos mecemos en un vaivén al igual que nuestros sentimientos: felices de emprender nuestras respectivas carreras pero desolados al tener que separarnos—. Necesito que sepas que te amo con todo mi corazón, ¿vale?—Alzo la mirada y le sonrío con los ojos brillantes por las lágrimas.
—Lo sé—me pongo de puntillas y le doy un suave beso en los labios—. Pero no pensemos en eso ahora, aún tenemos unas magníficas vacaciones de las que disfrutar antes de eso—me lanzo a sus brazos y nos besamos durante lo que nos parecen unos segundos pero que en realidad es un tiempo mucho más largo. Con Jeremy siempre ha sido todo sencillo, natural, como si el tiempo se pasara volando. Sé que sigue preocupado por nuestra pronta separación pero yo sé que nuestro amor es tan grande que nada podrá alejarnos el uno del otro...

viernes, 25 de diciembre de 2015

MI CORAZÓN TE PERTENECE

Día de navidad y terminamos festejando con la autopublicación de mi última novela. Nueva historia, diferente, romántica, divertida, íntima y muy dulce. Aquí encontraréis a un chico joven enamorado hasta las trancas de una mujer mayor que él. Tendrán que pelear contra los prejuicios sobre todo pero si el amor es verdadero, ¿importa lo demás? Dejaos seducir por Mateo, este chico joven pero maduro tras superar ciertas cosas de su pasado. Las amigas de Clara, su protagonista, la noche y el día, pero el mayor apoyo que ha tenido nunca. En esta historia se respira amor por todos los lados y es que Mateo es... Ya os digo que si existiera le daba mi corazón sin lugar a dudas, jajaja. ¡Afortunada Clara! Espero que sea una historia que os llegue al alma y que la disfrutéis tanto como ellos me han hecho disfrutar a mí, escribiendo su bonita historia de amor.
 
TRAILER
 

SINOPSIS

Una mujer, un chico joven y un amor verdadero.
Clara es una mujer de treinta y cuatro años que, tras abandonarlo todo, sufre un desengaño en el amor. Dolida y con el corazón roto, vuelve a Madrid para empezar de cero. Allí volverá a su antigua vida, en la que pelea con su madre, ayuda a su hermana a sentirse más segura y disfruta en compañía de sus dos grandes amigas, Laura y Patricia, en las que siempre se ha apoyado en momentos complicados. Clara está tranquila con su nueva vida, pero lo que nunca espera es enamorarse de un chico más joven que ella, que le hará ver que realmente no existen etiquetas en el amor.

¿Conseguirá superar sus prejuicios y sus miedos para ser feliz?
¿Será capaz Mateo de proteger a Clara de aquellos que quieren hacerle daño?

ENLACE DE COMPRA

http://www.amazon.es/Mi-coraz%C3%B3n-pertenece-Scarlett-Butler-ebook/dp/B019S06X44/ref=sr_1_4?ie=UTF8&qid=1451036568&sr=8-4&keywords=scarlett+butler

domingo, 6 de diciembre de 2015

BALANCE ANUAL



Tarde de domingo en diciembre, reflexiva. Mes que finaliza el año así que toca echar la vista atrás y ver cómo ha ido este año en el mundo literario al que jamás imaginé entrar. Hace doce meses enviaba mi libro autopublicado a un concurso que no gané pero que fue el comienzo de Scarlett Butler.

En el mes de marzo lo saqué, más incrédula que esperanzada, pero afortunadamente gustó. En diez meses cuatro libros escritos, dos publicados (uno con autoedición y otro con editorial)..., y tres relatos de los cuales ya han visto la luz, dos. El próximo año vendrán más novelas (una de ellas con editorial), ya tengo seis historias en mente, más las que vayan surgiendo en el camino.

Siempre me quejo que quiero avanzar y avanzar, y siempre me responden lo mismo, despacito, con buena letra pero si lo pienso fríamente ya he conseguido mucho más de lo que soñé alguna vez. Sobre todo he conseguido el cariño y la admiración de muchas personas.

Tampoco pensé que escritoras a las que admiraba hace un año se sentaran a mi lado o charlaran conmigo como si fuera una compañera suya. Así que si hay que hacer balance, reconozco que es más que positivo.

Si dentro de un mes ya nadie quiere leer nada mío, me daré por satisfecha por haber sido feliz en estos meses. Gracias por el apoyo que me brindáis aunque espero seguir haciendo disfrutar con las ideas que inundan mi mente y que se publiquen o no, necesito que salgan y vivan su propia historia. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS...
 


 
 
 
 
 
 

PROYECTO FINALIZADO

 El fin de semanada pasado puse punto final a la novela número quince. Parece mentira que ya pueda decir ese número pero ahí está.  Sueño co...